Te escribo esta carta antes de salir rumbo a Pamplona. Tengo prisa, así que seré breve. Atiende un momento, por favor.
Antes que nada te invito a que recuerdes los años que pasaste en el Xerez, donde te hiciste un jugador capaz de dar el salto a Primera antes que nosotros mismos. Piensa en los momentos que viviste en nuestra ciudad y el cariño de la gente. Eras un jugador bastante querido y como tal comprendimos tu marcha. Nosotros todavía nos acordamos de tus goles, que unas veces nos acercaron al ascenso y otras nos alejaron del abismo.
Por eso te pido que nos echéis una mano mañana. De verdad la necesitamos. Confíamos en nuestra capacidad, pero una ayuda extra nunca viene mal. Después de un año tan duro como éste creo que no es descabellado buscar una mano amiga.
Y puestos a buscar aliados, para empezar, no encuentro nadie mejor que tú. Mañana, cuando saltes con tu equipo al césped olvida por un día que ahora tu color es el rojillo e imagínate de azulino, como en aquellas calurosas tardes en Chapín.
La salvación empieza en el Reyno de Navarra y aunque tú ahora defiendas otra bandera, ojalá podamos ser aliados en una guerra que vosotros ya tenéis ganada y en la que el Xerez, que hasta hace poco era el rival más débil, lucha ahora por culminar la rebelión de los humildes.
Recuérdalo Javier. No hagas llorar a una afición que todavía te idolatra.
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