No siempre un estadio lleno es símbolo de una gran afición. Hay veces en las que es mejor tener unos cuantos espectadores menos, pero que estos sean realmente fieles a su equipo. En Chapín comenzamos siendo casi 20.000 los que asistíamos cada domingo a ver los partidos del Xerez CD. Los primeros días era todo fiesta y cánticos, pero una vez que comenzaron a repetirse los malos resultados aparecieron los silbidos. No eran silbidos continuos, sino en acciones puntuales: un balón que el portero tarda en sacar, un pase que se falla... Esto mostraba que Chapín estaba lleno de neófitos futboleros, que entendían lo justo del juego y que sólo buscaban goles y jarana.
En los últimos encuentros cada vez hemos ido siendo menos en las gradas del estadio azulino. Contra Tenerife y Valladolid fuimos poco más de 13.000 los aficionados que vimos las dos victorias consecutivas de los de Gorosito. No estábamos mal. Éramos pocos, pero hacíamos un ruido ensordecedor. Y lo más importante, había comunión con el equipo.
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Hace 9 años